La dermatilomanía es un trastorno por excoriación, que aparece cuando el paciente no puede controlar la necesidad de rascarse, arrancarse costras o pellizcarse, hasta tal punto que llega ocasionarse heridas en la piel. Esta alteración, asociada a momentos de ansiedad o estrés, que puntualmente puede experimentar cualquier persona, empieza a tener un cariz diferente cuando la necesidad es irrefrenable y se convierte en un acto compulsivo. Se estima que la prevalencia de este trastorno es de al menos 1,4% en la población general, alcanzando cifras desde 4,2 hasta 9% en la población adulta.
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Tal y como su propia palabra indica, dermatilomanía es un tipo de manía de obsesión compulsiva, que puede variar de leve a muy severa. Habitualmente, las zonas más castigadas son la cara, los brazos y las manos, pero quienes padecen este trastorno pueden pellizcarse la piel en cualquier parte del cuerpo. En los casos más graves se producen cicatrices y desfiguraciones que generan incomodidad y vergüenza por el aspecto que presentan. Esta evidente falta de control condiciona socialmente al paciente, quien puede sufrir alteraciones psíquicas, alteraciones que desde un punto de vista clínico pueden ser al mismo tiempo causa y consecuencia del mismo trastorno.
En el origen de la dermatilomanía se apunta a factores genéticos, aunque, el estrés psicosocial es el desencadenante más habitual. En este sentido, el estrés laboral, problemas de relaciones sociales, familiares o algún episodio traumático pueden desencadenar este Trastorno Obsesivo Compulsivo. También pueden afectar otros factores ligados a trastornos de ansiedad previa, baja tolerancia a la frustración y una necesidad de recompensa inmediata.
Fue el doctor Erasmus Wilson quien en 1875 habló por primera vez de la dermatilomanía. Desde entonces, se han descrito casos y abierto el debate entre dermatólogos y psicólogos. De hecho, durante los últimos años se ha constatado un aumento de los problemas dermatológicos que tienen su origen en diferentes desórdenes psicológicos. Aumento que los expertos relacionan con el ectodermo, la capa de la cual derivan la piel y todas las estructuras sensitivas. De ahí que, a través de la piel, se ponga de manifiesto nuestro estado emocional y mental.
Este trastorno necesita un abordaje multidisciplinar, en el que se atienda de forma conjunta las consecuencias sufridas en la piel y la prevención de posibles infecciones y complicaciones dérmicas, así como el componente psicógeno. Además de recomendar la psicoterapia individual para disminuir la intensidad de dichos síntomas, se pueden complementar con tratamiento farmacológico.